Dear Minseok

(Primer y único capítulo)
El sonido ensordecedor golpeaba furiosamente contra su cráneo. Podía sentir como este palpitaba en tirones dolorosos y sus labios empezaron a sangrar en cuanto sus dientes se hincaron sobre estos. Minseok lloriqueo cuando el malestar parecía solo ir en aumento. El coreano inhaló lo máximo que pudo, arrastrando oxígeno a sus pulmones y luego exhaló lentamente. Pero incluso aquella banal acción fue lo demasiado dolorosa. Su cuerpo parecía víctima de una paliza, porque hasta el más mínimo movimiento le dolía. Pero era cuestión de tiempo que los analgésicos hicieran efecto.
Pero no dice nada, no le dice a nadie sobre aquellos dolores en sus extremidades, de las punzadas, de los retorcijones ni el dolor de cabeza que aumentaba con el tiempo. No dice sobre sus vómitos de sangre o los sonidos fantasmas que se reproducen en la parte posterior de su cabeza. No habla sobre sus malestares, no quiere preocupar a nadie, ni mucho menos a su pareja. Luhan había estado trabajando el doble luego de que él fuera despedido por su bajo rendimiento laboral, suficiente tenía aguantándole ahí sin hacer nada mientras intentaba, inútilmente, conseguir un trabajo, aunque fuese de medio tiempo.
Cuando Luhan llega del trabajo, con sus ojeras marcadas y una sonrisa aletargada, lo único que hace es sonreír en voz baja, preguntarle cómo le ha ido el día y regalarle un pequeño beso con sus cuarteados labios.
— Estás pálido, ¿te sientes bien? — Pero no sabe si su color de piel se debía a su dolor o si era por el miedo de ser descubierto. Aunque él solo asiente silenciosamente, lamiendo su propio labio inferior.
— Estoy bien, amor. Creo que no me ha dado mucho sol últimamente. — Y con una risita suave, oculta todo lo que no quiere decir, que ya no puede más y que sin sus analgésicos no podría siquiera moverse. — Pedí comida en tu restaurante favorito, dijeron que llegara en media hora, ¿por qué no vas a relajarte un poco en la bañera?
Luhan parecía demasiado cansado como para siquiera esperar un poco más, y él ni siquiera estaba apto como para preparar algo de comer para ambos, por eso, desde hacía días, había estado pidiendo todos los platillos favoritos de ambos, incluso un postre para aligerar el ambiente. Por eso, cuando su pareja se pierde por el corredor, con las palabras de que no tardará mucho, se desvanece en el sofá. Sus piernas parecían temblar y siente como su fuerza había sido drenada incluso sin que él se diera cuenta. Y ahí es cuando se ahoga, cuando sus pulmones no parecen cooperar y ni siquiera inhalando varias veces puede llevar oxígeno. Y a la vez, su garganta raspa, empieza a toser y por inercia cubre su boca con la palma de su mano. Cuando cree calmarse, se desliza fuera, y la palma blanca parece un lienzo de estrellas carmesí. Se limpia rápidamente con una servilleta de papel, y entre tropezones, va a la cocina para tirar el mismo.
Aun y cuando quiere llorar del dolor; no lo hace. Se mantiene con una mueca de felicidad constante, incluso hasta cuando llega el repartidor. Cancela la cuenta y regresa dentro de la casa. Cuando va al comedor, se encuentra con su novio recién salido de la ducha, es ahí cuando la máscara se afirma, su sonrisa se ensancha y su ánimo burbujeante florece incluso cuando dentro solo parece hundirse cada vez más.
La noche es una como tantas otras. Luego de la cena, se lava los dientes y se desliza hasta el cuarto que compartía con su pareja. Ahí es cuando, sin importar lo cansado que este uno o lo adolorido que esté el otro, se acurrucan entre sí, buscando el calor corporal del otro, se susurran palabras bonitas y promesas que se vuelven la sinceridad más pura.
Y ahí es cuando suspira de alivio, cuando la inconsciencia lo adormila, el frío se evapora y los dolores parecen ausentes. Cuando se encuentra en lo más profundo de sus sueños, no hay pesar que le acongoje ni dolor que apriete su corazón o perturbe su mente. Sin embargo, cuando la luz del día se filtra por la ventana y el frío a su lado se hace presente, las alarmas se encienden, su cuerpo sale disparado de la cama y sus rodillas se hincan peligrosamente en el suelo cuando todo lo cenado la noche anterior abandona su cuerpo. Pero su boca se tiñe de rojo y la transparencia del agua parece un océano turbio de sangre y coágulos pesados.
Pero no hay nadie presente allí que pudiera enviarle de vuelta a la tierra, que le dijera que debía de ir al hospital o decirle a alguien. Solo esta él y su silencio se pronuncia más de lo que él quisiera. Por eso, cuando se siente mejor, tira la cadena, lava su boca y finge que nada paso, aun y cuando las molestias empiezan a reiniciarse y su costumbre de automedicarse sigue en un nuevo día.
Es entonces que, luego de mucho tiempo, Luhan pudo presumir de un fin de semana libre. El plan era salir con su novio, ir a la playa y recorrer un poco el lugar dónde ellos se habían conocido; un pequeño risco que no estaba abierto al público pero que pocos conocían el camino a ese lugar. El mismo daba al océano, y era el lugar más relajado que conocía, además de que se había vuelto su favorito.
Pero sus planes se ven perturbados, su tranquilidad se sacude y la preocupación aumenta en el instante que el cuerpo de Minseok se desliza fuera de su razón incluso antes de que él pudiera hacer algo. Fuera de la monotonía de sus mañanas, Minseok se había visto más pálido que otros días, incluso había percibido algo afiebrado el cuerpo de su novio, pero con lo terco que este era, era probable que no quisiera ir al hospital por una tontería -como le decía él- pero en el silencio de su hogar, puede saber que aquello no era una simple fiebre.
Fue entonces que sus ganas de pasear ya no son prioridad, y lo único que hace es tomar el cuerpo liviano (al punto de ser preocupante) de Minseok y lo lleva hasta su auto. En el GPS, la nueva dirección se presume de forma brillante: el hospital de Guri, allí es dónde llega más rápido de lo esperado. Urgencias es su destino y con el cuerpo inconsciente e hirviendo de su novio, recibe la atención más pronta. Lo primero que hacen los doctores es poner a su pareja en una camilla y ver sus signos vitales en lo que lo llevaban a una de las habitaciones próximas.
— Por el momento el paciente Kim Minseok se encuentra inconsciente, sus signos vitales están en orden, pero su temperatura está demasiado alta y parece bajo peso. Estaremos cuidando de él hasta que se despierte, le hemos sacado sangre y haremos unos análisis exhaustivos para evaluar por completo su condición. En cuanto el joven Kim despierte, seguiremos el resto de los protocolos con diversos estudios para constatar de su salud. Ahora, le pedimos por favor, que haga el papeleo en recepción y espere pacientemente en la respectiva sala, en cuanto él cobre la consciencia o tengamos novedades le avisaremos.
— Está bien, doctora. — Luhan no puede coordinar más que esas palabras, porque el nudo en su estómago parece incrementar lo suficiente como para que él no pudiera siquiera hablar correctamente. De pronto, el miedo lo invade y solo se deja caer en la desolada sala de espera. En ese momento se siente la peor persona del mundo, ¿Minseok se había estado sintiendo mal hacía mucho tiempo? Pensaba que era su culpa que él estuviera así, se había enfrascado tanto en su trabajo, ansiando obtener el suficiente dinero como para ir de vacaciones con Minseok que se había olvidado de lo más importante y eso era de estar al pendiente de él. Sabía que Kim era alguien reacio a visitar los hospitales, muchas veces una simple gripe terminaba en algo peor solo porque él decía que no quería ir. Pero en esta ocasión, él ni siquiera notó algo fuera de lugar, él creía que todo estaba bien, incluso aun y cuando había visto la palidez anormal en su novio, pero creyendo sus palabras hizo caso omiso ¿Minseok lo habría ocultado nuevamente?
Estaba tan sumergido en su propia culpa, que ni siquiera escuchó las palabras de la doctora en cuanto esta le llamó la primera vez. Pero pronto, se deshizo de la ensoñación y alzó su mirada hacia la mujer. Se levantó de su lugar.
La voz de la mujer se escuchó demasiado suave cuando le habló de la situación, en ese momento, todo pareció derrumbarse a su alrededor. Su percepción parecía afectada, y cuando avanzó hasta dónde Minseok se encontraba, lo primero que vio fue a su novio con sus mejillas bañadas en lágrimas, sus mejillas se tornaron en un rosado encendido.
Se sentó en la silla cercana, acercándola más a la cama dónde Minseok estaba acostado. Tomó la mano de su novio, acariciando el dorso de esta con su pulgar. Luhan sonrió levemente — Todo estará bien, mi amor.
Luhan lo supo en el instante que la voz preocupada de la doctora le relató la situación de Minseok. El Desorden de Byer era una enfermedad bastante difícil de detectar en las primeras etapas, y según la doctora, los análisis revelaban que Minseok estaba en una fase demasiado avanzada, se suponía que, si lo detectaban en el comienzo, o incluso por la mitad, con tratamiento se curaría, pero era difícil que ahora eso sucediera. — No llores, por favor. La doctora dijo que hay un tratamiento, mi amor. Podrás tener una vida normal con ello...
— Pero es muy caro, Luhan. — Minseok sollozó cuando la realidad le pegaba de frente. Se sentía tan avergonzado, saber que había preocupado tanto a Luhan le hacía sentir tan culpable, además de que el tratamiento era demasiado costoso.
— No me importa que tan costoso sea mientras puedas sentirte mejor. — Luhan no estaba seguro por lo que pasaba su novio, pero con los síntomas que narró la doctora era suficiente como para entender aquel infierno por el que pasaba. Dolores de huesos y músculos, extremidades entumecidas retorcijones, vomitar sangre, dolores constantes de cabeza, sensación de sonidos inexistentes, mareos y desmayos. Sabía que todo eso tenía niveles, y se culpaba a sí mismo de no haberse dado cuenta antes. — No quiero que sufras más. ¿Lo entiendes, amor?
Minseok apenas y asintió, apretando su mano contra la de su novio y suspirando. Cerró sus ojitos cuando le pulgar de su novio limpió sus lágrimas y luego le besó la frente. Se sintió reconfortado por un instante.
Los días pasaron más rápido de lo que ellos quisieron. Y la primera cita para el tratamiento se hizo durante un martes por la mañana. Minseok llegó acompañado de Luhan, portaba una mascarilla porque ahora su tos se había vuelto más constante. Pero se sentía reconfortado, en el fondo, que pronto, aquel tratamiento sería el factor de disminución de sus malestares. El proceso era similar a una quimioterapia, sin embargo, el proceso no era tan abrasivo. Se trataba en la aplicación de sustancias químicas que contrarrestaran a la enfermedad y la durmieran durante un periodo de tiempo, por eso, el primer tratamiento era la prueba para calcular cada cuanto Minseok tendría que asistir al hospital. Según la doctora que atendía Minseok, la duración siempre era el mismo, muchos pacientes tenían de entre dos a tres meses antes de un nuevo tratamiento, y así sucesivamente. Con el correr del tiempo, era probable que el espacio entre las terapias podía hacerse más amplio.
Sin embargo, no era algo simple, el proceso podía durar de entre cuatro a seis horas, debía quedarse en observación durante esa noche y a la mañana siguiente, si todo iba bien, podría irse a casa. Incluso, había obtenido unas pastillas por parte de su doctora que ayudarían a cuidar y recubrir su estómago, ya que usualmente Minseok vomitaba todo lo que comía, y esta era una forma de prevenir aquella situación.
Incluso con los meses pasando, Minseok empezó a perder el apetito más de lo usual, sus ánimos descendieron abismalmente y su suerte decayó cuando su lapso entre tratamiento y tratamiento se estrechaba cada vez más y más.
— No ha pasado ni medio mes desde que he ido, Luhan... —Minseok sollozó contra el pecho de su novio, acurrucándose contra él cuando el dolor parecía acentuarse cada vez más. Esos últimos días tuvo malestares, pero pensó que se desvanecerían con el tiempo, aunque en lugar de eso, solo se afirmaban cada vez más. Además, de que había escuchado a su doctora hablar con su novio, que aquella terapia no estaba actuando como ellos esperaban, no solo no tenía efecto a largo plazo, sino que este también tenía efectos colaterales en Minseok. Ellos sabían que cada paciente era un mundo nuevo, cada uno tenía efectos secundarios diferentes, pero aparentemente el remedio estaba siendo peor que la enfermedad. — Ya no puedo más.
Luhan sabía del pesar de su novio, había estado allí cuando su menor no podía dormir porque el dolor de su cuerpo se extendía a niveles inimaginables, o cuando decía que no podía respirar. Estuvo en sus ataques de ansiedad porque sentía que iba a morirse si se quedaba dormido. Lo vio dejar su plato de comida porque su estómago se revolvía e incluso le vio cansado, llorando y hastiado de todo lo que le sucedía. Porque no solo era el dolor interno, su novio había perdido su luz en esos cinco meses, el proceso de curación había deshecho por completo a su chico. Su piel blanca ahora parecía opaca y grisácea; sin vida, su peso había disminuido drásticamente y su cabello se volvió frágil.
Y aunque no se quiso rendir, entendió las palabras de ayuda de su novio aquella mañana.
Cuando llegaron aquella mañana al hospital, la doctora habló con ellos mientras extendía diverso papeleo que fue firmado por ambos, dejando una constancia directa de la decisión. Ese día, en comparación a otros, el destino no fue la sala de curaciones, sino que Kim tenía una habitación especial, fue preparado en ropa de hospital y le inyectaron el suero en la parte interna de la muñeca. En silencio, la enfermera siguió las palabras de la doctora. Minseok la miró de reojo por unos instantes, con su corazón bombeando con fuerza y una pelea contradictoria desenlazándose en su mente cuando vio la sustancia ingresar por el suero. Pero apretó sus dientes contra sus labios para no decir nada. La doctora Park y la enfermera les dieron una última mirada y se fueron con el fin de darles un poco de intimidad.
Pero Luhan no era su última compañía, fuera de la habitación estaba Baekhyun –hermano de Luhan- y su pareja: Chanyeol y los padres del mayor. Sin embargo, Seok había dicho en un vago susurro que solo necesitaba a Luhan.
— Te quiero aquí, junto a mí, en mis últimos momentos.
Sus manos se afirmaron con fuerza a la otra, Minseok sonrió lastimeramente, no sabe exactamente cuanto estuvieron allí mirándose en silencio, posiblemente horas, muchas horas que se resumieron a vacíos segundos cuando sus deseos verdaderos eran quedarse toda su eternidad allí. — Perdón, Hannie... —Su voz suena suave, incluso en esos momentos, su pesar aprieta su corazón.
— ¿Por qué te disculpas, mi amor? — Luhan no quiere llorar, y no lo hace; al menos no ahí, no en ese momento. Quiere ser fuerte, porque ese es el deseo de Minseok, y aunque él quisiera pedir más tiempo sabe que es egoísta de su parte. Porque Minseok sufre.
— Te prometí quedarme toda mi vida junto a ti... — Seok ahoga un quejido lastimero, mientras Luhan sonríe con picardía, acariciando su cálida mejilla mientras nega un par de veces.
— Estarás siempre junto a mí, mi amor. No voy a dejar de amarte nunca. — Luhan se adueña de la mano libre de su novio y deja una serie de besos en el dorso de la misma, y el silencio se hace por unos instantes.
— Quiero ir al Risco Namsun... —El más joven habla en voz baja, en un anhelo pequeñito mientras ambos voltean a verse. — Luhan, prométeme que me llevarás al risco, por favor. — Y Luhan asiente, en silencio, mientras le mira; se miran, con los ojos brillantes. E incluso cuando lo tiene allí, el dolor es pesado, porque sabe que ese lujo está contado. La luz dejó de iluminarles hacía ya unas cuantas horas, el firmamento iluminado no era más que una manta obscura estrellada. La habitación es alumbrada por un foco cálido que da directamente a ellos. — No llores por mí, Hannie...quiero que seas feliz.
Luhan puede ver los ojitos adormilados de su novio, su lucha por mantenerlos abiertos. — Duerme, cariño...duerme — Susurró lentamente, sosteniendo su mano y permitiendo que Minseok se deslizara al mundo de los sueños. El chino apoya su cabeza a un lado del cuerpo del más bajo, encima del colchón mientras sus manos no se soltaban. Y aunque el momento se alargó lo más posible, lo inevitable llega. El sonido ensordecedor de la vida de Minseok desvaneciéndose le aturde y el latir contra su mano empieza a cesar poco a poco.
Su corazón se sume en un pesado dolor, y aunque su rostro es bañado por lágrimas de añoranza y sueños quebrados, pero es inevitable no sonreír cuando una mueca de completa paz adorna el rostro de su novio.
Pero no se da el tiempo de llorar, no puede hacerlo allí, no ahora que su Minseok se había desprendido del sufrimiento de su enfermedad. Así que vagamente limpia las lágrimas que rodaron por sus mejillas y deja una serie de besos en su rostro, atesorando los últimos vestigios de calor de su rostro.
Cuando Luhan sale de la habitación, lo hace en silencio. Es allí cuando no hacen faltas palabras para apreciar que no solo él sentía la pérdida de Minseok. Su hermano se deshace en llanto mientras que Chanyeol permanece estoíco, en silencio, tratando de asimilar la situación. Sus padres acompañan a su hermano y él, simplemente no llora. Él lo prometió.
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Tres años después.
El sonido de las vías del tren le aturden por un instante, cuando abre sus ojos puede divisar la playa más cerca de lo que pensaba. Así que, cargando una mochila en sus hombros, se levanta de su asiento, estirando sus piernas y acercándose cuando llegó a su estación. Aquella tarde de otoño parece volverse más grisácea a medida se acerca a su destino. Avanza por la arena hasta llegar a una zona de follaje alto, esquiva un par de árboles y escala una pequeña colina hasta poder llegar a aquel risco conocido, solo que ahora no hay una sonrisa brillante que le acompañe o una vocecita que le cuente historias sorprendentes. La soledad se hace presente junto con la brisa fría de aquella tarde-noche.
— Perdón por no poder cumplir la promesa, mi amor — Luhan mira hacia el cielo, cuando las primeras lágrimas caen por sus mejillas. El dolor atormenta su corazón desde el primer día de su ausencia, y no puede evitar sentir pesar, incluso cuando el tiempo pasó y todos lo parecieron superar poco a poco. Aun había un par de deslices, de su hermano llamando a Minseok sin siquiera darse cuenta o el de su madre nombrándolo y luego sucumbiendo ante un silencioso llanto. Pero él, todo ese tiempo, había fingido estar bien, dijo que lo superó poco a poco y vivió una vida donde la falsa felicidad era su plato diario. Pronto su rostro se siente más y más humedecido, pero no son sus lágrimas, son las gotas de lluvia que caen una a una, desde siendo una llovizna a una lluvia más fuerte. — ¿Eres tú, Seok? No llores por mí, mi cielo. — Luhan sollozó en voz alta, sus rodillas cayeron contra la roca y apoyó sus manos en el suelo. Mordisqueó su labio inferior mientras cerraba sus ojos y se deshacía en aquel llanto que era incontenible. Desde el fallecimiento de su primer y único amor, Luhan había tenido como costumbre ir cada aniversario al punto dónde sus cenizas se desvanecieron. — Pronto estaré contigo, cariño.
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En la mañana del miércoles 13 de Agosto del 2030, se toma por conocimiento por parte del personal de la policía de Guri, Gyeonggi-do provincia de Corea del sur, quienes fueron alertados por parte de un pescador de la zona que en el área rocosa a 20 metros del risco e encontró, un cuerpo masculino, mayor de edad, de etnia china que fue identificado bajo el nombre de Xiao Luhan mediante las pericias realizadas por el cuerpo correspondiente en las pertenencias encontradas en la parte superior del risco Namsun.
Hora de muerte estimada: 12 de Agosto a las 18:30.
Motivo de muerte: Ahogamiento.  


Nota de autora
(*) Toda enfermedad aquí es de invensión propia, para evitar herir a los lectores con un tema tan delicado. 
Esta historia se me ocurrió anoche cuando no podía dormir, y mi plan inicial es escribir un poco de angst, pero realmente no sé que tan bien lo hice y si consegui estrujar algún corazón. Me gustaría leer su opinión al respecto sobre esta historia.


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